'Siento pasión por el diálogo'

Por Mildred RIvera Marrero

mrivera1@elnuevodia.com

Sin embargo, Ferrer no tiene a su nombre ni una cuenta de ahorros, ni una casa, ni un carro. Sencillamente, no tiene ninguna propiedad a su nombre. Es más, el cheque de su salario y los pagos por la venta de sus libros y por las charlas que ofrece los recibe, los endosa y los dona.

¿La razón? Es sacerdote jesuita y como miembro de esa orden de vida religiosa hizo un voto de pobreza. Vive en una especie de cooperativa donde se entrega el cheque para que se utilice para la manutención de todos. La casa donde vive y el carro que utiliza son de la orden Compañía de Jesús que, en la Isla tiene solo 26 integrantes, lista que incluye estudiantes que se forman fuera del país.

La Orden Jesuita, siempre ligada a las instituciones educativas, ha cobrado mayor reconocimiento con la elección de uno de sus integrantes como papa, el argentino Jorge Bergoglio. El hecho de que sea el primer papa latinoamericano ha causado mucho entusiasmo. Ser también el primer jesuita en ese cargo crea la expectativa de que la orden también estuviera de fiesta. Pero eso está lejos de la realidad, al menos para Ferrer, quien explica que el fundador de la orden, San Ignacio de Loyola, quería contar con hombres que no buscaran poder y se opuso al nombramiento de jesuitas a los cargos de obispo o cardenal, con algunas excepciones.

"Ver a un jesuita papa para nosotros es un poquito inesperado, inusual. Por lo tanto, la reacción no fue de 'chijí chijá', más bien de sorpresa", explica, en ese tono pausado que mantuvo durante toda la conversación.

Cuando se le pregunta qué esperaría del papa, señala que espera que sea un pontificado "al servicio del Cristo pobre y humilde. No creo que vaya a haber grandes cambios doctrinales porque (Francisco) es un hombre de línea teológica conservadora. Pero esperaría cambios de estilo hacia una Iglesia más preocupada por el mundo y menos preocupada por sí misma. Una Iglesia que sepa que no tiene todas las respuestas. Una Iglesia que esté dispuesta a aprender".

Hijo de un caficultor mallorquín que se estableció en el barrio Frontón de Ciales y de una cialeña, Ferrer atribuye sus preferencias religiosas a la influencia que tuvieron la vida piadosa de sus progenitores y los curas carmelitas de su pueblo, que eran amigos de su familia y que frecuentaban su hogar. Su adolescencia, además, transcurrida entre finales de los años 60 y comienzos de los 70 coincidió con una época de efervescencia...

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