Snowden

Sergio C. Gutiérrez Negrón

"Por la boca muere el pez", decían. Pensando que era llamado a la empatía, comencé a preocuparme por los pececitos "betta" que tenía y que terminaban siempre muertos, tras intentar escapar de las pequeñas peceras. De hecho, me decía, si el pez escapaba, si buscaba su libertad, moriría por la boca: no podría respirar. Igual, si se le daba demasiada comida, la tristeza esclava lo llevaría a tragar hasta la muerte.

A los nueve años, la ignorancia de la existencia de las branquias hacía que todo tuviera sentido: por la boca muere el pez, reiteraba el afán de libertad del oprimido. Sentado al pie del árbol, estuve de acuerdo con el refrán: aquéllos que quieren libertad, morirán por la boca. Era un mundo trágico, la preadolescencia.

Entonces, un día comenzaron a intercalar la arenga con otra, mucho más carcelaria: "Los chotas mueren por la boca", decían. Así aprendí que entre los peces y su boca siempre pesaría el reproche, que en la vida social existían múltiples códigos: esa ley que prohibía hablar so pena de rechazo, y aquélla de los padres, que te prohibía callar, so pena de castigo. En todas, el...

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