Sonia Sotomayor en sus propias palabras

Por Carmen Dolores Hernández

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Sus memorias son fascinantes por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Una niñez pobre en los "projects" (residenciales) del South Bronx no parecería augurar una brillante carrera legal. La insistencia de su madre en la educación, sin embargo (la envió con sacrificio a una escuela parroquial), redundó -gracias al esfuerzo y la inteligencia de la joven- en la aceptación a la Universidad de Princeton, que le abrió las puertas del futuro. Allí obtuvo una educación superior excelente y entró en contacto con la diversidad de la sociedad estadounidense. Comprendió el valor del conocimiento, se percató del privilegio social y se alió a grupos como "Afirmación Puertorriqueña" y el "Third World Center", especialmente reivindicativos en aquellos años setenta. Aprendió que la unión es indispensable para alcanzar metas reales.

Tras Princeton vino Yale y su Escuela de Derecho, donde también sobresalió. Empezó su carrera como fiscal asistente en Nueva York; la siguió en un bufete prestigioso. Su desempeño desembocó en el nombramiento de juez federal de distrito del distrito sur de Nueva York.

Sus memorias recorren esa trayectoria, revelando cuán corrientes pueden ser las circunstancias y experiencias que desembocan en lo excepcional. Sus padres puertorriqueños fueron parte de la Gran Migración al Norte de los cuarenta y cincuenta. De niña, Sonia se enfrentó a la pobreza, al alcoholismo y muerte temprana del padre, a la distancia emocional de la madre y a su propia diabetes juvenil. Acicateada por ello, aprendió a ser autosuficiente, proponiéndose metas que alcanzaba esforzadamente.

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