Sonrisa de jirafa

LUIS RAFAEL RIVERA

ABOGADO Y ESCRITOR

Todo había sido un empeño de mi discípula Verónica: "Conozco a un veterano metido a astrónomo, estudia lenguas muertas y lee sobre alquimistas y sociedades secretas. Es un verdadero autodidacta, que, por fortuna, recibió el respaldo de una tabernera de Brooklyn", dijo. "Y con ella tuvo doce hijos", remachó para venderme la idea. "Ese espécimen me interesa", contesté. Y para mis adentros pensé: "Este perfil le gustará al editor".

Corría el reloj y el convocado no mostraba pelos ni señas. Cuando ya me disponía a iniciar la retirada, noté que un tipo desaliñado, encaramado en una tarima, con un megáfono en la mano izquierda y el dedo índice de la otra apuntando al cielo, empezaba a hablarle al aire. Al principio no le hice caso. Pero, al discursear sobre la "libidinosa sonrisa de la jirafa", paré bien la oreja y activé la grabadora. "No es la diluida sonrisa de la Mona Lisa, sino un ritual seductor que despierta hormonas", recalcaba. "Cuando la jirafa mastica con la boca cerrada, el extraño movimiento de sus labios carnosos engaña el ojo de quien la mira, dando la impresión de que sonríe. Enloquece al macho de la especie", aseguraba. Por supuesto, ya no pude desentenderme.

Con desparpajo siguió encadenando imágenes repletas de sarpullido. Igual encontraba rasgos de Bin Laden en Joaquín Sabina, que hablaba sobre las minas de estaño en la guerra entre Congo y Uganda, que citaba pasajes de su inédito libro: "Narciso, Edgardo y el ego santo". Mas no había hermetismo en aquellas metáforas; sólo lucidez y encanto. En su liturgia, el sacrilegio de la creación no era más que otra sonrisita de jirafa. Y pasó a demostrarlo con un teorema que llamó "bosón de Higgs para principiantes".

Mientras destripaba el corazón financiero del planeta, nada parecía distraerlo. Ni aun el fotógrafo que, empeñado en retratarle el alma, disparaba desde todos los ángulos. Imperturbable, continuó el relato sin perder la hebra que, al llegar al final, empataba con otra punta sin exponer la costura. Y todo, como si viajara de polizón en el rabo de un cometa.

Fue en ese momento de frenesí cuando advirtió la nueva estafa urdida en Suiza: los seis pulpos capitalistas -Citigroup, Deutsche Bank, HSBC, JP Morgan, Royal Bank of Scotland y UBS- conspiraban para alterar el mercado de préstamos interbancarios en su propio beneficio." ¡Pobrecitos fondos mutuos, pobrecitos planes de retiro, pobrecitos bonos municipales!", lamentó.Por lo visto, a este...

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