Subir al sexto piso

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

El Teo, como le dicen sus amigos, tiene una presencia familiar, cercana. Cejas prominentes, arrugas precisas como una matemática de la piel, un rostro severo del cual cada vez que sale una sonrisa se percibe como una cosa inesperada. Es el tipo callado en la fiesta que observa a los demás. No por timidez, sino porque cuando se vive expuesto esas minúsculas distancias son una manera de tener algo propio.

Es actor profesionalmente hace 38 años, hace 35 comenzó su especialización en el campo del monólogo donde ya posee un respetado repertorio de 20 piezas y el próximo 6 de marzo cumplirá 60 años. Muchos números que, a su juicio, significan poco porque por alguna extraña razón nunca ha marcado su vida por los ciclos del tiempo. Aún así, cumplir seis décadas, llegar al sexto piso es ascender a un peldaño desde el cual la vida se ve -literalmente- desde otra perspectiva.

Los cumplirá sobre el escenario, interpretando el monólogo ¿Qué hago yo traduciendo a Shakespeare? basado en textos del profesor, escritor y poeta Rafah Acevedo, que subió a escena este fin de semana y continuará durante el próximo en La Beckett en Río Piedras. También el cumpleaños le llega apenas unas semanas después de haber presentado en el Segundo Festival del Monólogo Latinoamericano en Cienfuegos, Cuba dos de sus monólogos más depurados: Papo Impala está quitao (de Juan Antonio Ramos) y A mis amigos de la locura (basado en el libro de Ernesto Ruíz Ortiz). El nivel y la calidad de sus interpretaciones fue de tal magnitud que puso en aprietos al jurado que optó por retirarlo de la competencia y conferirle un Gran Premio Especial del Jurado, por entender que se encontraba a un nivel muy distinto al del resto de los participantes. Algo que para Torres redundó en un cierto grado de alivio, toda vez que representó un contundente espaldarazo a trabajos que ha presentado por décadas ininterrumpidamente.

No hay de otra, aunque trate, la actuación lo sigue llamando, desde adentro o desde afuera.

"Siempre regreso, ya sea porque no tengo más nada que hacer para sobrevivir o porque me llaman para algún proyecto que me interesa. Pero la verdad, y sin ánimo de menoscabar la importancia del teatro y del arte, si tuviera otra existencia trataría de no ser actor. Me iría a estudiar física, agronomía o matemáticas... Se sufre mucho", lo confiesa consciente de que huir no le ha servido ni le servirá de nada. Es actor, es un investigador del cuerpo...

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