Un superintendente simpático

Benjamín Torres Gotay

Y necesita, además, un atributo que, vista la experiencia del renunciante Héctor Pesquera, parece más importante que todas las características antes mencionadas: debe ser simpático. Sobre todo con políticos. Debe ser alguien, en resumen, capaz de pelar el diente cuando convenga y ante quien convenga.

Uno ve los reproches que se le han hecho estos días a Héctor Pesquera, quien renunció abruptamente el miércoles en la noche, y todos van por esa línea: que es rudo hablando, que no hace chistes, que desafía a periodistas y políticos, que es un "malcriao" y un "parao", que responde a la prensa cuando le da la gana y en los tonos y términos que le da la gana, y par de otras linduras.

Es verdad que Héctor Pesquera dejó un muy mal sabor al renunciar de manera tan abrupta en un momento tan crítico para la Policía, sobre todo porque no ha explicado públicamente las razones que tuvo para tomar tan tajante decisión.

Pero es cierto también que, mirado fríamente, y dejando de lado los defectos de su personalidad, que a eso sí que le aplica aquello de que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, puede que haya sido el mejor superintendente que ha tenido la Policía en tiempos recientes.

Claro, tenía la piel finísima. Ciertamente, sus exabruptos cuando se le pedían cuentas no parecían cosa de cristiano. Por supuesto que fueron injustos sus ataques a los líderes comunitarios que reclamaban mayor presencia policiaca en lugares de alta incidencia criminal. De acuerdo también en que el cinismo al responder preguntas sin sentido no parece digno de todo un jefe de agencia, que debe saber usar ciertos dotes diplomáticos aun en las circunstancias más absurdas.

También, hay quien quisiera que el jefe de la Policía fuera un líder comunitario o activista de derechos civiles. Pero todos sabemos que eso nunca va a pasar.

El jefe de la Policía siempre será un policía, estatal o federal, un fiscal, un abogado, un exjuez, gente así, ligada al campo llamado "de la ley y el orden", esa disciplina en la que a los derechos civiles se les ve más como excentricidades con las que ocasionalmente hay que cumplir, que como un componente vital de la interacción entre el ciudadano y la autoridad.

En resumen, haciendo todas esas salvedades, que son muchas, se sabe, y si uno no tiene expectativas irreales sobre lo que debe ser un jefe de la Policía, Héctor Pesquera no fue un mal superintendente.

Tenía control de ese cuerpo, cosa que no es fácil, como...

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