En el sur, la emergencia nunca acabó

El agua se ve como si estuviera muerta. En la playa Las Ochenta, en Salinas, el agua del mar se ve como si estuviera muerta. La marejada repica con violencia y mezcla tierra con suciedad y agua de río para crear un color negro que parece tóxico. El viento carga el olor salado de agua podrida. Sobre la arena oscura, yacen cientos de pedazos de cosas que el mar arrastró hasta la costa. La playa parece un cementerio.Un hombre sin camisa recoge pedazos de ramas y escombros, y los va acumulando en una pequeña montaña. Una niña, su hija, lo acompaña. Por la piel oscura del hombre, bajan enormes gotas de sudor mientras se detiene a contemplar el desastre frente a sus ojos.—Lo vi así, y me dio pena y decidí ayudar un poco —dice, suspirando.Wilfredo Ayala dice que nunca había visto algo así. Las inundaciones ocasionadas por Fiona afectaron su hogar. Como tantas otras personas en las zonas más impactadas de Puerto Rico, perdió muchas cosas materiales que fueron el producto de su trabajo y sacrificio. En el sur de la isla, se aprende a vivir con poco.La niña camina cada vez más cerca del mar, y Wilfredo la llama.—¡Camila! No te acerques mucho…La pequeña hace una pausa, mira a su padre, y regresa cargando ramitas que ha recogido y que coloca junto a la montaña de basura.***Las calles de barrio Playa, en Salinas, todavía están llenas de fango. Frente a casi todas las casas, se puede ver el saldo inmediato de las inundaciones y las lluvias: matres, sillas, gaveteros, ropa y bolsas llenas de comida dañada.Frente a su hogar en la entrada de la calle, Carmen Ortiz recibe a un grupo de voluntarios que ha llegado para dejarle ayudas económicas que han recolectado. La interacción es breve, las personas hacen su entrega y continúan su marcha.—Se nos mojaron los muebles, la cama, los biuros se esponjaron, la nevera y la lavadora, que todavía no sé si funciona. Perdimos mucha ropa. Yo trataba de salvar algunas cosas, pero todo pasaba demasiado rápido —dice la mujer señalando al basurero frente a su hogar.Carmen y otros vecinos han comenzado a hacer lo que pueden y van limpiando sus casas poco a poco, sacando arena, agua y tierra. Por el área, pasan vehículos del municipio regularmente, pero, al momento de esta visita, ningún oficial se había detenido para ofrecer ayuda.***Las imágenes de casas colapsadas sobre carros corrieron el mundo aquel enero de 2020. Una serie de terremotos mantuvieron a la isla entera en ansiedad colectiva la primera mitad de ese año. En...

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