Surcando los Andes

Chile y Argentina

El viaje comenzó un sábado muy temprano, a las ocho de la mañana, en Puerto Pañuelo a orillas del lago Nahuel Huapi y frente al emblemático Hotel Llao Llao. Estaba todo listo para ir a Puerto Blest, primera parada de la travesía andina. Íbamos a navegar por uno de los lagos más atractivos del sur argentino y su magnífica geografía. Misioneros jesuitas europeos llegaron en 1670 desde Chiloé y fundaron la Misión del Nahuel Huapi para evangelizar nativos, pero la abandonaron en 1718, luego de la matanza de miembros de la orden. El lago fue redescubierto en 1876 por el gran explorador de la Patagonia y propulsor de Parques Nacionales, el perito Francisco Moreno. Los primeros colonos comenzaron a navegarlo por la ausencia de caminos y desde 1920 se empezó a ver como un atractivo turístico.

El día prometía estar despejado y con poco viento, un lujo considerando que íbamos a una de las zonas más lluviosas del país. En el catamarán iba un gran grupo de portugueses y turistas extranjeros; mi hija, mi amiga y yo éramos las únicas argentinas. Algunos pasajeros desayunaban en el bar, varios dormitaban y otros se divertían dándoles galletitas en el pico a las gaviotas que escoltaban la embarcación. De pronto, el capitán tocó la bocina varias veces; estábamos frente a la isla Centinela donde descansan los restos del perito Moreno. La navegación duró poco más de una hora para hacer 18 kilómetros de aguas tranquilas del brazo Blest (uno de los siete que tiene el lago) mientras el sol calentaba cada vez más. Desembarcamos en Puerto Blest, minúsculo puerto en la desembocadura del río Frías. Además de continuar a Chile, desde aquí se cruza a Puerto Cántaros para visitar la cascada y el idílico lago homónimo en una excursión del día. Con tanta lluvia, el bosque valdiviano (ecosistema selvático de clima frío) aquí está en su esplendor con coihues, alerces, cañas colihue, helechos y enredaderas. Luego de una hora de recreo, tomamos un bus para hacer tres kilómetros hasta Puerto Frías, tramo que antiguamente era más aventurero y se hacía a caballo. En un verdísimo lago Frías esperamos la embarcación que nos llevó a Puerto Alegre con la blanca cumbre del Cerro Tronador asomando. Este volcán de casi 3,500 metros se distingue fácilmente ya que sobrepasa en 1,000 metros a las cumbres vecinas.

El viaje fue corto, 20 minutos, y apreciamos el bucólico paisaje del lago Frías. Eramos los únicos internándonos en la cordillera bajo la figura del Tronador y...

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