Suspenso y erotismo

Por Juanma Fernández París

Especial El Nuevo Día

Decir que el estilo de la producción es experimental sería restarle al gran trabajo que el director y la actriz principal han logrado en explorar el universo externo e interno de la protagonista. Aun así, el público que escoja ver este filme debe saber que es un estudio de personaje que no está interesado en la estructura tradicional de una historia que se rehúsa a servirle explicaciones fáciles en bandeja de plata.

Si esto es bueno o malo depende totalmente de qué expectativas tenga el espectador cuando las luces del cine bajen y comience el filme. Para este servidor, el esfuerzo de la producción es digno de admiración, pero fallido en la forma en que deja a su personaje principal a la deriva.

El enfoque dramático de la película es Solimar (Tikina Burgos), a quien conocemos en uno de los momentos más traumáticos de su vida. Después de la muerte misteriosa de su madre, una visita inesperada a la playa con su papá resulta en la muerte "accidental" del mismo dejando a la protagonista totalmente desamparada. Después de esto, la cinta brinca a una Solimar viviendo totalmente enajenada en Nueva York, con una rutina que la lleva de su trabajo en un salón de manicura y pedicura a su casa. Su único momento de levedad son sus encuentros con un amigo (Antonio Pantojas), que está enfrentando la pérdida de su compañero romántico de muchos años. El letargo que está aplastando a Solimar queda quebrantado con la llegada de unos vecinos que parecen ser la verdadera definición de la violencia doméstica. Cuando la mujer (Dolores Pedro) desaparece repentinamente, la protagonista inicia una relación peligrosa con su vecino (Iván Camilo), que desata los traumas más pesados de su psiquis.

Desde...

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