Teatro

Sergio Gutiérrez Negrón

Señalar, también, que en esta obra en cuestión, difiriendo de la de Sánchez, los personajes se hacen cada vez más caricaturescos, que sus posturas se tornan cada vez más extremas y vacías.

Añadir que, a pesar de la redundancia, cuando hablan, lo que dicen son palabras sin más. Que su oratoria está compuesta por unidades inconexas, ubicadas en la ecuación sólo para generar una reacción. Que son palabras que no dicen nada. Palabras fácilmente contradichas después, sin coherencia con esa puesta en escena anterior (ver: Fortuño, gasoducto).

Imaginar que existe un guión, un texto que dicta el movimiento. Imaginar que podemos accederlo, que podemos descifrar finalmente qué mueve a esta gente. Ver cómo se llega hasta ese punto de quiebra, en el que se pierde la continuidad y se erige la pared que separa al público que somos, de los políticos, en el que de las palabras sólo queda su sonido.

Pero...

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