Teoría del educar

COQUI SANTALIZ

ESCRITORA

La ecuación para educar es muy simple: alguien con entusiasmo que guíe y, otro alguien, que se sienta diamante que puede brillar porque creyeron en su capacidad. Desde la aparición en la gesta humana del primer buen maestro, se parió y se transmitió arquetípicamente la inspiración, la motivación, la infusión de aliento, el soplo, el acicate, cada voz individual. Y dicha sencilla ecuación también corrió por la polis griega cuando a un filósofo, un tal Sócrates, le llegó el mito y forjó una tendencia de diálogo y debate para investigar la verdad, para así llegar a la propia integridad moral.

Siglos después, otra gran educadora italiana, María Montessori, partiendo también de la motivación, ofreció las herramientas para desarrollarse desde el alma. Y la antorcha llegó a Brasil: Paulo Freire transformó a niños de las calles y las favelas más marginadas, con su pedagogía de la esperanza: estimular su asombro, porque la naturaleza social de conocer se construye activamente y el niño goza de su propio acto por un mundo mejor.

En algún punto se cambió la automotivación por el énfasis en la acumulación de conocimientos y en competir. Dentro de nuestro sistema educativo, hay que hacerse con los gatos para no despachar la magia inspiradora. Aunque perduran maestros de instinto, la mayoría está cansada, y con razón: viven en un cambia-cambia de película. No falles con estos nuevos planes, la semana que viene los cambiamos. O, nuevas pruebas, a ver cuál diablos funciona. Y estos textos, nacieron para morir. ¿Y la computadora? No hay chavos para mantenerla. Por tanto, mantente infeliz.

Con todo ello, es indiscutible: urge una educación fuera de los vaivenes de los cambios partidistas e ideológicos. Pero se esfuma el camino si nadie dirige profundamente los atrechos para el carruaje. ¿Para dónde van nuestros niños?

Cuando entramos a la Escuela Intermedia y Superior de la Universidad de Puerto Rico, una profesora de español - fabulosa poeta- Laura Gallego, nos significó. Si eras artista, científico, deportista, actor, te aguijoneaban hacia tu puesto en el mundo. Lo académico fluía como en cualquier escuela pública, pero, un detalle: el español se enseñaba correctamente y el inglés, como una materia más. Curiosamente la mayoría de nuestra clase salió hablando muy bien inglés -algunos también francés- y se convirtieron en destacados profesionales.

Les ofrecemos un "triqui", una pista (un "clue") a los que necesitan que sus hijos...

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