El terror

Mari Mari Narváez

Pensé en algunas de nuestras tragedias más recientes. El homicidio de ocho hombres prisioneros que murieron ahogados porque un oficial de custodia no quiso desencadenarlos. Esa tragedia rompió algo en muchos de nosotros. Yo por lo menos nunca podré olvidar la muerte colectiva, la incredulidad, el espanto.

Otra tragedia nuestra es que el blanco de los sicarios del País ahora sea una bebé de dos años, Jarialee Colón Aldrich, a quien buscan con un empecinamiento inédito, inverosímil. Una sabe que por algo los matones son matones. Si fueran intelectuales o activistas por la paz no serían lo que son. Pero ir tras la cabeza de una bebé de dos años, en represalia por otra niñita muerta también a balazos, eso es mucho más que maldad, mucho más que sinrazón, mucho más que ceguera, que una total ausencia de conciencia. Una se pregunta, tal vez equivocadamente: ¿nunca pisaron siquiera un primer grado estas personas? ¿Qué pasó con ellos? ¿ Quién los dejó tirados en el pantano, cómo llegamos a este fracaso tan abismal?

Tragedia, en fin, es que un pueblo particularmente...

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