Tiempo

Yara Liceaga

Desde afuera, parados al borde de una columna como quien no quiere la cosa, observan a los que les toca participar: los dirigentes del País. Como no llevan una libreta de apuntes -porque ése no es su trabajo- ni han puesto una hoja de asistencia o un registro de contacto, no saben a ciencia cierta cuántos han asistido, de dónde son (de qué sectores), qué edades tienen o cuáles son sus intereses y capacidades. Mucho menos sus necesidades. Por eso no ven caras ni escuchan voces: una masa de carne demasiado sonora sin nombre ni apellidos, una cosa desarticulada y monstruosa que molesta a la vista y al oído.

Un artículo en el sitio web del periódico español El País, parte de una serie sobre la generación "nimileuristas" -jóvenes que no llegan a los mil euros de sueldo mensual, aspiración actual de remuneración-, presenta casos de particulares cada vez que añade un dato estadístico. Pedro, Amanda, Dolores, Manuel, Rafa, Jesús, Raúl, Natalia y Jesús, Ana, Rafael Aníbal, Elías (que es inmigrante), se bandean entre trabajos...

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