Tiempo de confesar

Por Las Tres

Y allá fue Manuel, ni corto ni perezoso, a mover la guagüita Toyota Corolla del 1980 que Mercedes, la mamá de Carlos, le prestó para ir a la escuela superior. Mickey lo acompañaba. La incofundible garganta de Lalo Rodríguez les dio la bienvenida tan pronto la prendieron.

-Acho, este es cocolo, dijo Mickey mientras buscaba en la radio el heavy metal cónsono con su imagen de rockero.

-¿Tu mamá estará recortando ahora?, preguntó Manuel recordando que el pelo le picaba en los ojos.

-Dale, vamos al beauty de mami, ella te cuela si está lleno. Volvemos antes que Carlos salga de clase, instó Mickey.

La estilista acabó con pollinas extremas y horquetillas añejas. Se montaron en la guagüita, revisaron sus looks en los cristales de la visera y emprendieron la marcha... en reversa. Sonó feo el cantazo. Mickey y Manuel apagaron el sonsonete de Kiss, miraron a ambos lados y se aseguraron de que no hubiera testigos. Huyeron en dirección a la escuela. En el primer semáforo, Mickey se bajó a inspeccionar.

-Mano, le volaste el foco, afirmó al retornar a su asiento.

Regresaron, estacionaron y callaron. Ni a Carlos le dijeron. Tres semanas más tarde, jugaban...

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