Tierras de fuego y sal

África

Preciso establecer que si lo que buscas es un resort "todo incluido", con toda la comodidad al alcance de la mano en un ambiente nada exótico, Cabo Verde no es la opción para ti. Son islas para viajeros con ganas de explorar, que deseen salir de los elementos rutinarios de las vacaciones para descubrir una cultura joven -se independizaron de Portugal en 1975- pero profundamente orgullosa de su estilo y modo de vida.

La frase favorita en boca de todos (y en casi todas las camisetas) es "No estrés", y ponen en acción lo que dicen. Con unas playas que sencillamente roban el aliento, cuevas volcánicas que son un paraíso para los amantes del buceo, una peculiar geografía que es un punto de encuentro cada vez más popular de surfers y aficionados a la pesca, Cabo Verde es un destino parecido a un adolescente algo salvaje que aún busca su identidad, pero en el proceso maravilla y sorprende.

Para bien o para mal, Cabo Verde no creo que permanezca en este estado incólume, sin contaminación del resto del universo, por mucho tiempo. Los europeos que componen prácticamente la totalidad de su boyante industria turística, descubrieron hace unos años a este pequeño claustro de islas.

Tal parece que se aburrieron ya del Mediterráneo europeo. Se han dado cuenta de que tomando un avión desde Lisboa, por ejemplo, y viajando apenas tres horas y media justo hasta la costa de Senegal, se encuentran estas joyas de islas, que aún conservan su esencia y personalidad, y a una fracción del precio de cualquier destino en el sur europeo.

La construcción es ahora la industria principal de las islas, los hoteles están empezando a erigirse por cada esquina y en tres o cuatro años Cabo Verde se habrá transformado para siempre. Quiere decir que este es el momento de visitarlo, antes de que el adolescente se convierta en adulto.

Mi aventura culminó en la isla de Sal y en su ciudad principal, Santa María Das Dores, nació la idea práctica de encontrarme con mi amiga -la fotógrafa del reportaje- Aya de Ruiter, quien vive en Breda, Holanda, pero asidua visitante nuestra en Puerto Rico. Se conoce la Ruta del Lechón como yo las cuadras de Amsterdam, como si se tratara del Viejo San Juan.

En broma le comenté: "Ojala existieran unas islas en el medio del Atlántico que nos quedaran más o menos equidistantes". Aya me contestó que, de hecho, existía algo parecido. No exactamente en el medio del Atlántico, pero en la costa de Senegal, África, y que nos podíamos encontrar allí. Ella voló de Holanda y yo de Newark a Sal, haciendo escala en Lisboa.

La broma se concretó. De repente nos encontramos en Santa María una holandesa, una puertorriqueña y un italiano, Gianluca Sisti, quien nos rentó un apartamento y nos sirvió de guía, amigo, gran conversador, catador de restaurantes, jugador de billar y proveedor del mejor bizcocho de...

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