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Francisco J. Vacas

Pero al editor no le pareció comercialmente correcto el epígrafe y con la prepotencia típica de los editores, procedió a apocoparlo quitando hierro y añadiendo misticismo transformándolo en "The God particle", una obvia puñalada por la espalda a Einstein y un no menos obvio coqueteo con el creacionismo.

Pero, para rizar más el rizo, convertido ya en voluta rococó del absurdo, la locución "partícula Dios" cae en manos de los emisores mediáticos que estofan el concepto con una insidiosa preposición y la sirven humeante en la bandeja de la credulidad como la "partícula de Dios".

Y si algo tienen los emisores mediáticos es que saben que hay palabras que tienen perfumes o hedores que atraen la vagarosa mente del lector desprevenido como las moscas a la miel del morbo. Si se desea comprobarlo, rotule términos como Big Bang, clítoris, curas pedófilos o Lindsay Lohan en un "post" de Internet y siéntese a contar los "clicks" que recibe.

Pero...

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