Tonada de Año Nuevo

ANA LYDIA VEGA

ESCRITORA

Y con razón. Nadie quiere cargar la culpa del salvajismo generalizado que volvió a desatarse pese a las súplicas de tregua navideña piadosamente sometidas por los periodistas a los ejecutivos de la narcoindustria.

El vídeo de marras me trajo a la memoria otro espectacular micrometraje de YouTube difundido el año pasado. Es el de la maestra de kinder que, en pleno tiroteo entre matones, calmaba a los niños con una canción. Pongan las caritas en el piso, se le oye decir entre detonaciones de armas largas. Los pequeños la obedecen temblando y llorando. Y ella entona una melodía que, cachetes sobre losetas, el coro horizontal comienza a cantar: "Si las gotas de lluvia fueran de chocolate..."

La historia es tan conmovedora como escalofriante. El escenario, un salón de clases poblado de infantes aterrorizados, tiene como telón de fondo la masacre droguera en el municipio mexicano de Monterrey. La música y la fantasía sirven aquí de escudo contra los horrores del mundo exterior, ese campo de batalla ilimitado en el que se exterminan mutuamente los verdugos a sueldo de carteles rivales.

Simbolismo no le falta al episodio: arte contra muerte, educación contra barbarie. Con un acto de magia improvisada, una maestra brava y tierna protege del caos asesino las delicadas mentes de sus alumnos.

Su inventiva de emergencia convierte las balas en gotas de lluvia con sabor a chocolate. Y, de paso, les demuestra a los chicos el poder infinito de la imaginación.

En países como el nuestro, eternamente sujetos a catástrofes climáticas, políticas, económicas y sociales, sobreponerse a las desgracias es casi una especialidad. Cuando los cuatro jockeys del boricualipsis -miseria, ignorancia, corrupción y violencia- nos tiran encima sus caballos furiosos, afinamos por fuerza estrategias de salvación.

Hay quien se encierra a doble llave entre los muros y las rejas de Villaestrés. Hay quien se dedica a soñar con un lugar lejano y perfecto donde reinen por siempre el orden y la tranquilidad. Y hay quien se tira de pecho al degenere como antídoto a la persistencia inmisericorde del "down". Toda jugada conlleva sus riesgos. La primera podría conducir al consultorio del siquiatra, la segunda, al aeropuerto y la tercera, al hospital.

Por suerte, formas menos drásticas de capear...

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