La tormenta los dejó esperando

Por Gerardo E. Alvarado León

galvarado@elnuevodia.com

Aunque el país estaba bajo aviso de tormenta tropical, la mayoría de las personas se quedó esperando ayer los fuertes vientos y aguaceros de Isaac, que acabó pasando al sur de Ponce más lejos de lo que se esperaba.

Al parecer, la ciudadanía escuchó y se quedó en sus casas a la espera de un evento tipo diluvio universal. Hace dos días, el Servicio Nacional de Meteorología (SNM) había advertido que podrían caer hasta 10 pulgadas de lluvia en zonas aisladas y sentirse vientos de hasta 60 millas por hora.

El escenario más desértico se dio quizás en el área metropolitana, donde -hasta el cierre de esta edición- los efectos de Isaac eran mínimos.

Para ser jueves presocial, lugares típicamente concurridos como Plaza Las Américas, el Paseo de Diego, la Milla de Oro y la Placita de Santurce parecían sectores de un pueblo fantasma.

De hecho, en la Placita de Santuce el portón de acceso al estacionamiento principal estaba cerrado con candado. Un colmado y varios negocios de comida y bebida abrieron, pero sus cajas registradoras apenas sonaban como muestra de la escasez de clientes.

"Voy a jugar con el tiempo, pero creo que me voy si no viene la gente", comentaba María Pérez, dueña de un negocio de alcohol y lotería.

La mujer lamentaba el poco tráfico y recordaba -resignada- que el domingo pasado, día del referéndum de las enmiendas constitucionales, tampoco le fue bien en las ventas.

En el Paseo de Diego, en Río Piedras, los clientes también brillaron por su ausencia. Pocas tiendas abrieron y en ellas, los empleados lucían aburridos.

En un período de cinco horas, Ana Chévere, empleada de la tienda Bambi, solo atendió a dos clientes. A su juicio, el Gobierno "se precipitó demasiado" al conceder dos días libres a estudiantes y empleados públicos.

En centros comerciales como Plaza Las Américas y Plaza Guaynabo era fácil hallar estacionamiento y las tiendas lucían desoladas.

Al otro extremo del país, en Cabo Rojo, Gladys Rivera también culpaba al Gobierno de amedrentar al pueblo con la información de la tormenta.

"El mismo Gobierno pone a uno nervioso", expresó Rivera, de 76 años, y quien aprovechó los momentos del sol en la costa oeste para darse un chapuzón en la playa Buyé.

Rivera fue acompañada de unos familiares que próximamente regresarían a los Estados Unidos.

La playa no estaba abarrotada. Unas 20 personas, algunos niños, disfrutaban en la orilla. Varios estaban asombrados ante la presencia de...

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