Trabajadores incansables

QUEBRADILLAS.- Para Rosa María Lugo Soto y José Luis Gandía Crespo el trabajo no se define en horas ni días; es sencillamente el eje central de su vida diaria.Él pesca desde los 9 años y estudió hasta noveno, y ella solo estudió hasta sexto grado porque luego tuvo que cuidar a sus abuelos y trabajar en la finca de tabaco de sus padres.Casados, hace 48 años, desde que ella tenía 18 años y él, 19, emigraron a Estados Unidos, donde José Luis trabajó en restaurantes, y regresaron para trabajar en una fábrica donde se cosían suéteres.Años después, decidieron arriesgarse a poner un negocio que, poco a poco, se transformó en el restaurante La Quebrada, donde emplean a hijos, nietos, cuñados, nuera y otros familiares, para ofrecer servicio los siete días de la semana. El negocio, de más de 30 años, solo cierra el Viernes Santo y el Día de Acción de Gracias, cuando hacen una cena para familiares, empleados y amigos.Sentados en una de las mesas del negocio, el matrimonio cuenta cómo comenzó la aventura."Nosotros éramos empleados de la fábrica y eso se quedó bien flojo y mi hermano tenía la cafetería rodante y no le iba bien y nos la ofreció en $2,000", narra Rosa María."Yo quería cogerla porque soy la que le meto puya a él. Él no quería y yo tanto estuve insistiendo hasta que, al final, dijo que sí", agrega. A lo cual, José Luis interrumpe para justificar que "era una guagua vieja, tenía moho. De ahí saqué pa’ comprar una nueva"."Hablamos con la gente de la fábrica porque le íbamos a dar servicios a ellos mismos y (les dijimos) que, si nos iba mal, volvíamos con ellos. Yo me levantaba a las tres de la mañana a cocinar, me iba a preparar desayuno a la fábrica y regresaba a las siete a llevar a los nenes a la escuela", cuenta Rosa María sobre la rutina que tenía para atender el negocio rodante y a sus hijos, Víctor y Zenaida.En la guagua vendieron frituras y almuerzo durante cinco años, hasta que decidieron ampliar su empresa y establecieron el primer restaurante del sector Quebrada Mala, ahora conocido como Calle Estación, donde eventualmente otras personas abrieron otros establecimientos de comida."Con eso me pude comprar cuerda y media de terreno aquí (justo frente a su casa). Esto era donde pasaba el tren y nosotros rellenamos y empecé a construir poco a poco. Lo abrí como colmado, pero como había poca gente no dejaba mucho dinero y abrí el restaurante porque en el restaurante tú no fías, en el colmado sí y la gente no pagaba", explica José Luis...

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