Traga

Yara Liceaga

El Gobierno nos dicta una sensibilidad torcida y sus patitas y antenas se nos trepan al inconsciente, tratan de hacer su casa en nuestro interior. Se pasean por nuestra mente raudos, escondi?ose a la m?ma que avistamos su asquerosa presencia.

Una sonrisilla se asoma a la boca del superintendente de la Polic?ante el apoyo incondicional del gobernador ante su gesti?e constantes fracasos (oye, pero ¡cogimos al tipo que ten?medio mill?ncima, as?e bien andamos trabajando!). Una sonrisa menos vulgar se asoma a los labios del gestor de la primera masacre del a?dirigiendo nuestra ira a su falta de remordimiento ante su familia calcinada.

No pasan por sus gargantas el empacho sagrado de quien contiene su llanto ante el espanto, aparentemente, pase?ose perversamente por los resquicios de la palabra crueldad, que parece no surtir(les) ning?fecto.

No es de la noche a la ma? que se desensibiliza...

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