Tren

Rafael Acevedo

La avenida De Diego estaba entonces adornada, de lado a lado, por frondosos árboles. Caminábamos por allí mirando las vitrinas. La memoria puede jugarme algunos trucos. Mi recuerdo es un mago que quizás lo embellece todo. La avenida De Diego era una galería peatonal abierta. Sólo faltaba el techo de vidrio y hierros para que algún escritor alemán escribiera un libro clásico en el que la mencionara. Así era Santurce en los años sesenta. Hileras de tiendas, vitrinas adornadas con buen gusto.

Mi viejo me llevó de la mano a ver un tren en esa avenida. Me llevaba de la mano. Caminábamos lento para que yo pudiera verlo todo. Para mí los árboles, la sombra, la brisa, la voz de mi padre, eran suficientes. De repente, como un destello de luz: ¡un tren!

Era una luminosa tienda de juguetes y efectos deportivos. Detrás de los cristales, un hermoso tren de juguete daba vueltas. Árboles, puentes, almacenes rojos...

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