EL TRIÁNGULO DE ORO

Por Martin Wain

La NACIÓN / gda

Más que un país, la India es un mundo. Por eso generalizar aquí es más absurdo que en cualquier otro sitio: con más de 1,100 millones de habitantes, 400 lenguas y 300 millones de dioses, todo varía de una región a otra. Es imposible conocer o hablar de la India, menos aún en un único viaje. Pero por algún lugar se empieza, y ése puede ser el triángulo dorado, que se forma entre Nueva Delhi, Agra y Jaipur. Están en el noroeste del país, una de las zonas más buscadas por los viajeros, ya que reúne una impresionante cantidad de monumentos.

Se escuchan allí las historias de los rajput, hijos de los reyes, que crearon principados feudales y se disputaban los territorios. Casamientos fastuosos para unificar los reinos, peleas sanguinarias y un pasado de ostentación y diferencias sociales son algunas de las claves históricas que ayudan a comprender semejante cantidad de palacios y fortalezas.

Pero además del asombro que despierta la suntuosidad, lo más sorprendente son los colores. La mayor parte del turismo en la India es interno, de manera que uno se cruza en estos sitios con gente de todo el país y puede conocer, por ejemplo, una variedad de vestimenta y accesorios sin par.

Los colores de los saris -pieza de ropa femenina- dependen de cada zona, al igual que la forma de los turbantes que utilizan muchísimos hombres. Sólo en Rajastán hay 160...

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