Las tribulaciones de Julia

Julia Keleher, la secretaria de Educación, estaba sola en su apartamento cuando el huracán Irma pasó cerca de Puerto Rico el pasado 6 de septiembre, azotando el noreste de la isla.

El apartamento, en el piso 23 de en la frontera entre Santurce y el Condado, le ofrecía a Keleher una vista privilegiada del fenómeno. Su única compañía en esas horas fue, según dijo, “una mesa, una cama y una bicicleta”.

“Estaba aterrorizada”, cuenta la secretaria, que ese día vio por primera vez un huracán, esa realidad brutalmente cotidiana de la vida en el Caribe.

Su encuentro con Irma (y dos semanas después con María, que la secretaria pasó en un hotel) puede entenderse también como una metáfora del brutal encuentro que Keleher ha tenido con la realidad puertorriqueña en la forma del Departamento de Educación, la más grande y caótica de todas las agencias públicas.

Educación, que tiene a su cargo en este momento a 319,000 niños y niñas, es la agencia más importante de Puerto Rico. Pero puede ser también la más disfuncional. Enredada en una espesa telaraña burocrática, lleva años devorando sin contemplación las más lindas reformas y fallando malamente en su misión.

La agencia tiene 1,110 planteles, un presupuesto de $2,628,835,000 y 50,980 empleados. Sus estudiantes obtienen muy pobres resultados en las pruebas de desempeño. El magisterio denuncia continuamente falta de materiales y de dirección. Llueven las quejas de que en tal o cual escuela falta un maestro o maestra de tal o cual materia.

Las comunidades protestan quejándose de la infraestructura de las escuelas. La clase media o hasta media baja (de la alta, ni se diga) hace lo indecible por tener a sus hijos en escuelas privadas, aunque sean de dudosa calidad.

Este es el huracán que Keleher, de 43 años, hija única criada en un barrio obrero del norte de Filadelfia, está enfrentando desde que se mudó a Puerto Rico en enero de 2017 para dirigir Educación. Había asesorado a la agencia desde 2007, pero nunca le había visto los intestinos al monstruo desde adentro, como ahora.

Ha enfrentado la suspicacia de los muchos que creen que, por no ser puertorriqueña, no debería tener a su cargo una misión tan importante para el país. Ha sido duramente criticada por su alto salario, de $250,000, más del doble de lo que por ley corresponde al titular de Educación.

Ordenó cerrar más de 200 escuelas y anunció la clausura de otras 300 el próximo año, ante las drásticas bajas en matrícula que ha enfrentado el sistema por la inmensa ola de emigración. Se le ha responsabilizado por el lento ritmo de reapertura de planteles tras María.

La han lastimado las críticas, reconoce. Ha sido muy dura con sus compañeros de trabajo, también. La asombró la politización de la agencia, no lo niega. Ha habido choques con una cultura que no conocía del todo, admite.

Pero, más allá de eso, ¿quién es Julia Keleher? ¿Qué quiere hacer con la educación pública, ese instrumento vital, y tan mal usado hasta ahora, para el avance de cualquier sociedad? ¿Se la está tragando la bestia de mil cabezas que es el Departamento de Educación? ¿Entiende a Puerto Rico? ¿La entiende Puerto Rico a ella?

De esto y de más, a ratos combativa, reflexiva, exultante o emocionada, habló en una entrevista para la que no...

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