Tropicaleo

Ileán Pérez Cruz

El verde intenso en las montañas de Caguas a Ponce por la Ferré se aferra a las distorsiones geográficas montañesas para ofrendar infinidad de tonalidades como surgen al nombrar la nieve en Alaska, Dinamarca o Noruega. Un arco iris de posibilidades. Verde claro, verde monte, verde oscuro, verde amarillo, verde profundo. Pero siempre verde.

No hay tal cosa como un otoño que marchite la celebración de este color tan tropical, ni un invierno helado que lo rete. El tropicaleo es consustancial para los nativos. En Nueva York se cuela el trópico por sorbetos. El agua de coco. La venden hasta en los restaurantes coreanos, las farmacias y los colmados. El sagrado brebaje se ofrece en heréticos cocos plásticos de nevera.

Juré abstinencia hasta que en una tarde de hambre y calor, tuve que cumplir con la necesidad biológica de saciar no sólo la sed fugaz, sino la curiosidad. En la farmacia contemplé por varios minutos la oferta de agua de coco. Escogí según vi en observaciones cotidianas en el tren y en la calle. Además de lo que el bolsillo me permite, porque la más asequible ronda los $3.50. Y no...

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