Tuller

MAYRA MONTERO

Por lo tanto, se le desea suerte a Tuller, cómo no, pero si él tiene en mente seguir adelante con la perorata de los cristales rotos, y cree que con eso va a resolver algo, muy despistado lo veo.

La llamada "teoría de los cristales rotos" fue fomentada en Estados Unidos hace más de treinta años por unos sociólogos que afirmaban que, si alguien rompía una ventana en una comunidad marginada y la ventana se quedaba rota, la tendencia lógica era que los vándalos se sintieran impunes y continuaran rompiendo las demás.

La teoría cayó simpática. La Policía animó a la gente a que arreglara las ventanas que se iban rompiendo en su comunidad, y uno de los autores del libro recorrió varias ciudades asesorando a los departamentos policíacos y a los alcaldes que intentaban resolver asuntos de vandalismo. Supongo que el autor ganó su buena plata y se retiró a su ventana privada. Perfecto.

Pero la teoría de los cristales rotos resulta aquí, y ahora, en un engendro anacrónico. En Puerto Rico nadie rompe cristales por romper cristales. Bueno, si una casa queda abandonada -y hay varias en el barrio donde vivo y en todos los barrios del País debido a la burbuja inmobiliaria-, puede que a lo mejor un adicto o un deambulante, intentando meterse, rompa el cristal. Pero el problema principal no es ese vidrio roto. No señor. Es la maleza que crece descontrolada; las piscinas que se llenan de agua pútrida; las verjas carcomidas por la acción del tiempo, la falta de pintura, etc. La mayoría de las casas abandonadas fueron reposeídas por los bancos. El superintendente Tuller tiene que empezar por exigir a los bancos que les den mantenimiento a sus propiedades, que están por todas partes, hasta en las urbanizaciones de lujo. A los vecinos no nos pueden pedir que reparemos las ventanas rotas de las casas de los bancos. No somos esclavitos, aunque a veces lo parezcamos.

El jefe de la Policía asegura que, en su experiencia, al perseguir y detener a los destartaladores de ventanas, se les hace comprender que no pueden hacer lo que quieran. En Nueva York se empezó a poner orden "hasta en los asuntos más sencillos". Declara el señor Tuller: "Se detenía a las personas que no pagaban la tarifa de los trenes. Muchas de esas personas tenían récord criminal. Así se cogieron muchos criminales".

Santo Dios, hace falta que alguien lleve urgentemente a este hombre a la parada de guaguas más cercana, y lo suba en una de ellas para que dé el viaje de ida y vuelta...

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