La última vuelta de tuerca

PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

En la soledad de esta guerra sin cuartel que se libra en las calles de la isla del espanto es difícil distinguir los bandos o anticipar las causas. No hay abstracción posible. El azar se instala preciso en la psiquis para desorganizar las certezas y magnificar las angustias. Somos presa de todos los fantasmas. No hay lugar seguro para protegerse de las balas. No hay que frecuentar un punto de drogas o un callejón marginal. Basta estar entre medio de un sicario y su objetivo. Puede ser de día o de noche, en el mall o en la autopista, en la calle o en la casa. Cada detonación encuentra siempre algún blanco seguro. Es casi cuestión de esperar.

Frente a este enorme desafío, pequeñas son las explicaciones de las autoridades y grandes los temores de los ciudadanos. De nada sirven los accesos controlados, las cámaras ni lo policías públicos o privados. Se apuesta a la mano dura, se militariza la ciudad y se insiste en distraer la atención hacia estadísticas engañosas. De toda esta incongruencia se desprende la falta de respuestas, el absurdo y la improvisación. Sin embargo, las estrategias son las mismas y los resultados no cambian. El tiempo discurre sin pausa.

La segunda vez que me tocó escucharlo, brillaban los primeros rayos matutinos de un sábado de verano. Apenas habían transcurrido tres semanas de la primera ocasión. Leía en la sala tirado tras una noche de desvelo y reconocí a lo lejos el eco seco de los disparos que invadieron mi espacio sin yo quererlo. El sonido de armas automáticas es inconfundible: una repetición de detonaciones con precisión matemática. Volví a sentir la misma aprehensión y el mismo sobresalto. Los titulares confirmaron mi temor. Dos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR