El vacío de los días iguales

A pocas horas de que llegue el huracán María a Puerto Rico, se seca la risa. Se agotan las bromas que dejó el paso lánguido de Irma por la isla, que, pese a lo débil, dejó a muchos sin el servicio de energía eléctrica en el país.

Quizás ese roce casi infantil que Irma dio a Puerto Rico, comparado con la monstruosidad de sus vientos y la devastación que dejó en las islas vecinas, provoca una sobredosis de seguridad. Quizá por eso algunos que tienen que desalojar sus casas en zonas inundables prefieren quedarse resguardados por sus paredes y sus recuerdos. O quizá la ferocidad de María ni siquiera puede ser imaginada, a no ser por quienes sobrevivieron al segundo San Felipe, en 1928.

Así que, en esas horas previas a la madrugada del 20 de septiembre, cuando María es un vórtice rojo que atraviesa el Caribe, a paso lento y pesado, arrasando con varias Antillas menores, se extiende en Puerto Rico una ola de densa incertidumbre. Hay pesadez en los minutos...

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