Se van

Gabino Iglesias

El exilio autoimpuesto es algo que sólo conoce el que lo vive. Desde la distancia, Puerto Rico se transforma en playa, comida, sol, risa de amigos, familia, recuerdos y una añoranza agridulce que alimenta a diario las ganas de volver. Por eso se vuelve. Por desgracia, la vuelta siempre viene preñada de verdades.

Todos los espacios conocidos se comprimen y ocupan lugares especiales en el recuerdo del exiliado, pero cuando se arrancan del recuerdo y entran en la realidad, la cosa cambia. Las garitas del morro apestan. San Juan no es lo que se recuerda y los negocios están cerrados. Todo es ridículamente caro. La playa está llena de basura. Siempre hay tapón de camino al paraíso. Los supermercados son un chiste de mal gusto. Las universidades son espejo de los supermercados. El jíbaro de las canciones está extinto o escondido. Todo es crimen. La política es un lodazal repleto de cerdos contentos con su déficit neuronal, falta de ideas y estancamiento convulsivo. Al país le hace falta una mano de pintura y una buena...

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