Veintitantos

Sergio C. Gutiérrez Negrón

Él cumple años y se descubre un día mirándose al espejo, veintitantos y nada, sus piezas flácidas y aún sin progenie. Mira su reflexión y se dice que todo está bien, y se dice que aún tiene tiempo, a pesar de la presión constante de sus familiares. Del agobiante "soltero maduro.".

Es la despótica ecuación dominante. Cumples veintitantos y las velas del pastel adquieren olor a expectativas. Lanzas un vistazo a tus familiares e insisten que pidas un deseo, cruzando los dedos con esperanzas de que sea idéntico al suyo: un trabajo estable, un salario satisfactorio, una línea de crédito, una hipoteca, y ese imperativo primer paso hacia el retrato familiar. No hay por qué pensarlo, por qué permitirte ese segundo en el que podrías detenerte y preguntarte si eres apto o apta para la reproducción. No titubees. El grado académico avanzado es anhelado, si y sólo sí (la ecuación matemática es ley) promete la posibilidad de un sueldo en los seis dígitos. El año de indecisión es apreciado si y sólo sí lo tomas antes de lanzarte hacia el monstruo...

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