Velada de profundo lirismo poético

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

La popular suposición de que Clara Schumann las inspiró es infundada. De hecho, en una carta a un amigo, Brahms describe estas piezas como "Wiegenlieder meiner Schmerzen" ("nanas de mis dolores"). La asociación con la canción de cuna -el epígrafe de la primera pieza, tomado de una balada escocesa, reza "Duerme dulcemente, mi niño"- podría verse más bien como una reflexión final del compositor ante el inminente sueño eterno de la muerte.

Esta obra encabezó el programa que ofreció la pianista venezolana Gabriela Montero el pasado viernes en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce, en una producción de Pro Arte Musical de Puerto Rico. La bellísima interpretación de Montero se distinguió por su profundo lirismo poético, gracias a su atención a las delicadas sonoridades armónicas de Brahms, con un buen uso del pedal y perfecta naturalidad en la línea melódica.

Muy contrastante fue la segunda obra del programa, la agitada Sonata núm. 23 en fa mayor, Op. 57, "Appassionata", de Ludwig van Beethoven. A pesar de los fuegos artificiales, la interpretación de Montero pareció un tanto distante, como si faltara un auténtico compromiso afectivo con la obra. Además, como la mayoría de los pianistas de la actualidad, Montero hizo caso omiso de la indicación "ma non troppo" ("pero no demasiado"), en el Allegro final, lo que malogra...

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