Una ventana al mundo árabe

MarrakeCh

Por Cristina Salmerón

Sumérjase entre la multitud, conocerá talentosos artesanos, experimentará las olorosas especias, entrará a suntuosos palacios y jardines.

Para llevarse un buen trozo del alma de Marrakech, no precisa ir muy lejos del casco viejo. Los principales monumentos y museos están dentro de la ciudad amurallada y la mezquita Koutoubia, la más importante, está a solo unos pasos de ella.

El corazón de la Medina es el mercado de la plaza DJemaa El Fna. Al introducirse en él, quedará atrapado entre sus venas, bulliciosas callejuelas donde circulan los vendedores, carretillas cargadas de frutas y dulces árabes, bicicletas y motos con potentes bocinas que alertan a los distraídos paseantes que parecen hipnotizados por los puestos de artesanías.

Una de las mayores atracciones artesanales es el trabajo en piel. Los marroquíes son avezados en la hechura de maletas, bolsos, calzado, cinturones y demás artículos realizados con este material.

Entre tanto cuero, destacan los escaparates brillantes con joyería en plata, oro, bronce, cobre y piedras preciosas. Encontrará diseños elaborados por los propios mercaderes, que suelen vender sus piezas por peso.

Al caer el sol, algo que brilla más que el oro y la plata son los puestecillos de lámparas. Las de vidrio colorido dejan escapar sus tonos reflejados en los rostros de los paseantes, que curiosos se acercan a ver y frotar esas otras lámparas que se ven igualitas a las que guardaban al genio en el cuento de Aladino.

Entrar a un puesto, aunque solo sea por curiosidad, es todo un deporte, los vendedores suelen insistir hasta que consiguen cerrar una buena oferta con el cliente tras un arduo regateo, todo un juego de astucia.

En lo alto del Café de France, donde se alcanza a ver toda la plaza, una viajera mexicana cuenta cómo un hombre ha colocado una serpiente alrededor del cuello y le han cobrado por ello. Entre las risas y el susto, sugiere no hacer mucho caso a los vendedores o encantadores de serpientes: "Si no quieren algo, solo hay que decir 'no' firmemente y ya, la pasarán mejor".

A unos metros de la muralla que divide la medina del resto de Marrakech está la Mezquita Koutoubia, inconfundible por su alminar (torre) que mide casi 70 metros de alto. Si no es musulmán, es imposible acceder, pero vale la pena rodearla para ver su arquitectura y el jardín que está justo atrás.

Dentro de "la ciudad roja" es preciso ir con mapa o saber preguntar a los lugareños para no perderse entre...

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