Veracidad y tensión

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Aunque esta cualidad es algo recurrente durante la cinta, su manifestación más poderosa es durante la secuencia climática en la que un escuadrón militar entra al edificio donde el hombre responsable de los ataques del 11 de septiembre de 2001 se estuvo escondiendo.

El nivel de veracidad y de tensión que genera esta secuencia desafía cualquier tipo de postura política y aún más importante, la representación de este evento no es trivializado como un choque épico entre buenos y malos.

Los momentos más fuertes de este momento en la película son los detalles sobre la metodología precisa de cómo se logró la misión en contraste con la humanidad que rodeaba al hombre más buscado por el gobierno de Estados Unidos.

Lo mismo se puede decir de las controvertibles escenas de tortura que forman parte de las primeras secuencias del filme. Aunque el público conoce el contexto o la justificación detrás de estos momentos, Bigelow desafía expectativas mostrando el espíritu frágil del que ha sido declarado enemigo junto con la crueldad insensible del agente de la CIA que está haciendo su trabajo por "el bien de su país".

Al ser presentado como un documento histórico de los eventos que culminaron en la muerte de Bin Laden, tanto la dirección de Bigelow como el guión de Mark Boal evitan emitir juicio sobre lo que se está presentando.

Esta técnica logra que todo lo que se presente en pantalla tenga un golpe dramático particular y visceral sobre la psiquis del espectador.

La línea dramática que ata los 10 años de una búsqueda...

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