Una vereda especial
Por Camile Roldán Soto
end.croldan@elnuevodia.com
La Hacienda Esperanza en Manatí es una reserva natural de 2,286 cuerdas rescatada y custodiada por el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico. Esta entidad sin fines de lucro se encarga de protegerla pero además de ofrecer a los ciudadanos de aquí y del mundo la oportunidad de conocerla, apreciarla y, por supuesto, gozarla.
Con este fin la organización trazó varias veredas en la extensa propiedad, a través de las cuales los interesados en adentrarse a sus tesoros pueden disfrutar de recorridos guiados por un intérprete ambiental, usualmente geólogos o botánicos de profesión que les muestran y explican las particularidades de la zona con la sapiencia que ofrecen muchos años de estudios y evidente interés y respeto al ambiente.
Karen J. Bunce Rodríguez, una joven geóloga es una de ellas. Uniformada, sonriente y acompañada de Javier González Bauzá, superintendente auxiliar de esta entidad, nos recibió una mañana reciente en La Casona del Marqués. Este es el centro de actividad de la propiedad. Es una reconstrucción de la imponente estructura original que data del 1800, cuando la hacienda era reconocida como una de las más modernas productoras de azúcar.
Antes de entrar a conocerla nos dirigimos directamente al camino guiados por Javier y Karen.
"En las veredas las personas conocen de tú a tú la naturaleza. Es la manera en la que podemos sembrar esa semillita de conciencia para que se entienda la necesidad de protegerla y porqué invertimos en su conservación", establece Karen.
En principio, explican nuestros guías, espacios como La Esperanza son importantes porque en relativamente poca extensión de terreno se encuentran variados ecosistemas tales como mogotes, humedal salubre y bosque costero. Pocos sitios en la Isla son guardianes de esta diversidad, importante para la supervivencia de muchas especies de flora y fauna y la seguridad de indispensables abastos de agua potable, entre muchas otras razones.
En el caso de los terrenos de la hacienda, una pequeña parte se mantuvo intocable debido a que era difícil cultivarla. Pero en la mayoría, el Fideicomiso trabajó durante años para ayudar a la naturaleza a remendar el impacto de la actividad agrícola. Gracias a esta gestión hoy es posible observar en la zona especies de pájaros amenazados como la chirría o de árboles como el Palo de Rosa, cuyo hallazgo sorprendió al personal del Fideicomiso pues sólo se conocía de unas pequeñas poblaciones en...
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