Viaje de ida y vuelta a la 'SanSe'

Jessica Ríos Viner jessica.rios@gfrmedia.com

Fotos por Alberto Bartolomei

Empiezan las archifamosas Fiestas de la Calle San Sebastián. Mil controversias las rodean. En esta noche que va aceleradamente convirtiéndose en tarde nos preparamos para verlas y que no nos cuenten. La primera parada es la estación Piñero del Tren Urbano.

Dentro del tren, domina el llanto de un bebé. A mi lado, un universitario disfruta una Medalla disimulada en una bolsa de papel. Otras cinco cervezas esperaban su turno en una bolsa de plástico que agarraba con la otra mano, la única señal de que la meta de este grupo es llegar al festival más grande de Puerto Rico.

Cuando llegamos a Sagrado Corazón se había ido el sol. Se bajaron en voz baja. Muy ordenados. Entre muchas camisas que gritaban fiesta con diseños alusivos al tradicional carnaval sanjuanero, dos chamacos resaltaban con sus t-shirts negras que leían: "SanSe catéate este".

Antes de salir de la estación ya estábamos caminando en fila como si nos dirigiéramos a un concierto. Justo en la entrada comienza un cercado con plástico que se transforma en las vallas de metal que separan al público de las guaguas de la AMA. Cumple su propósito de mantener a las decenas de personas que se dirigen a las guaguas en orden.

El camino es más largo. Al esparcir las masas evitan que se ataponen las personas. Se siente la brisa fría. Los ánimos aumentaron cuando cruzamos el estacionamiento hacía el vestigio de lo que hubiese sido un punto de cacheo. Las mujeres movían sus caderas apretadas en pantalones pequeñitos. Se disfrutan las erres de la Brujería de El Gran Combo, que suena por ahí.

Van 60 por guagua. En la que me monté las edades rondaban entre los 17 y 23 años. Aún así abordaron con tranquilidad y silencio chocantes.

Hasta que el chofer apagó la luz.

"Perreo, perreo, perreo". "Fua, fua, fua, fua", corearon eufóricos. En la parte de atrás dos muchachos se treparon en los asientos a dirigir la algarabía. "La madre del que no haga el solo", "Chofer, chofer, más velocidad" y "Sin cateo, sin cateo, sin cateo", repetían. El calor encrespó las pollinas. Las gotas de sudor bajaron lentas por frentes, cuellos y axilas.

"Si cambian la ruta se daña la fiesta. Pa' acá arriba no hay nada. Estamos directos para San Juan", decía el chofer que hablaba tranquilo por el celular.

Cada frenazo juntaba cuerpos y aumentaba la fogosidad.

Cuando se paró la guagua, prendieron las luces y una empleada del municipio intentó explicar las...

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