Un viaje al subconsciente...

Por Abhi Samadhi

Especial/El Nuevo Día

El haberme quedado sin trabajo en julio y sin las relaciones diarias que le daban sentido a lo cotidiano detonó todos los botones del subconsciente a la vez. Mis reacciones estuvieron condicionadas por los miedos alojados allí. El subconsciente corría el programa de mi vida actual, y meditar en que esas memorias no estaban ocurriendo en el presente, parecía no funcionar, si no más bien, negar el pasado. No podía arreglar un edificio de cimientos débiles desde los pisos de arriba; había que reforzar las vigas y sanar a través del proceso natural de duelo. Tras vivir maltrato, la pérdida de mi madre, acoso estudiantil y ostracismo, entre otras, me había quedado estancada en la primera etapa del duelo: el 'shock' -algo común en un codependiente. Por eso lloraba todo el tiempo y sin razón aparente. Necesitaba un proceso honesto para soltar y perdonar.

1Pedir ayuda divina para descorrer el velo de negación. En 33 años, la lógica, la razón y la espiritualidad superficial no me habían ayudado a sanar. Ahora me tocaba bucear. Fui a mi librero, cerré los ojos y escogí un libro "al azar". Sonreí. Era Kindle the Light, de Sadhu T.L. Vaswani, un maestro espiritual cuyo ashram en la India aspiraba visitar. Pocos días después de perder el trabajo, recibí el mensaje de que el viaje se había pospuesto 90 días. Me encontraba entre dos puertas cerradas. Abrí el libro: "A través de la oscuridad, guíame hacia la Luz. A través de la muerte, guíame hacia el estado inmortal". "¡Aprende la lección del desapego!" "No ignores los reclamos de tu cuerpo, pero aprende que hay un Ser en ti más grande que tu conciencia cerebral. El Atman es ese Ser Mayor: el aliento que Dios respira en ti".

Ese Ser Mayor en mí -y en cada persona- podía ser despertado de varias maneras y, según el libro, una de ellas era mediante la pérdida de seres amados con quienes uno ha "entretejido innumerables asociaciones de amor y reverencia", como había ocurido en mi situación laboral. "¡No más pérdidas!" gritaban mi cabeza y mi corazón. Parecía ser mi prueba mayor.

2Me senté a escribir mi vida desde la memoria más antigua, sin justificar a las personas o situaciones que me causaron vergüenza o dolor, sin esconder lo que los adultos me dijeron "esto no se lo puedes contar a nadie". Tardé al menos dos semanas. Mientras más limpiaba, surgían recuerdos bloqueados. Había asombro, fatiga y soledad. Regresé al paso 1 todas las veces que fue necesario, hasta que...

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