Victoria: entre orcas, casas flotantes y fantasmas

El agua helada me salpica y el viento entumece mis manos, pero no me importa. Estoy más ocupada volteando hacia todas direcciones, atenta a cualquier movimiento entre las olas. Parece absurdo, porque cerca de mí no hay nada más que mar. Estoy aquí para ver ballenas y me preocupa que no aparezcan. El guía no suena alentador diciéndome que no es seguro que encontremos alguna. Pero de la nada, sucede: un par de orcas decide salir a cumplir mi deseo y asoman sus aletas a varios metros de distancia.

Aunque apenas siento mi cara por el frío, estallo en gritos de emoción y las lágrimas comienzan a brotar. Puede lucir un poco ridículo a distancia, pero en este momento, es totalmente razonable. Así es mi primer encuentro con la magia de Victoria. Sí, magia, porque aquí las cosas extraordinarias se combinan con lo cotidiano en cualquier momento. Me refiero tanto a maravillas naturales y culturales, como a los escenarios de aspecto casi irreal, e incluso alguna leyenda sobrenatural.

Esta ciudad es la capital de la provincia de Columbia Británica, en la costa oeste canadiense. Queda a un viaje en ferry con duración de hora y media desde Vancouver. Desde que desembarco aparecen las pequeñas sorpresas. Victoria es conocida por tener el clima más templado del país: las lluvias son moderadas y los inviernos no son muy crudos. Resulta inverosímil, pues no me siento precisamente acalorada, pero se vuelve mucho más creíble al admirar sus paisajes llenos de flores, que según los locales, permanecen así todo el año. Mi itinerario comienza con el paseo en busca de orcas. Para hacerlo, llego a Fisherman’s Wharf. Es una villa flotante que parece de fantasía.

Casas en tonos intensos me rodean. Azul, amarillo y hasta rojo. Se encuentran sobre el mar, no muy lejos del concreto, que es mucho más propio de la ciudad. Permanecen unidas por una especie de muelle, que se ramifica para formar callecitas pintorescas. Su aspecto es tan limpio que bien podrían pertenecer a un parque temático. Pero no es así: estoy en Fisherman’s Wharf, diminuta comunidad flotante. Una prueba más de que Victoria no es una urbe común.

Hasta hace un par de décadas, se trataba de una comunidad pesquera. Las artesanías de cerámica y madera de una excéntrica boutique pintada de azul y morado, así como la cocina de mar de Barb’s Fish & Chips, están entre los locales favoritos.

En pleno Fisherman’s Wharf, encuentro el local de Eagle Wing Tours (www.eaglewingtours.com). Ahí está Brett, nuestro guía...

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