En la vida todo es ir.

Por Lilliana Ramos Collado

Viajeros, deseosos, fugitivos, peregrinos, penitentes, averiguaos, turistas del misterio de lo que hay "al otro lado del monte", han cruzado nuestro planeta en busca de algo que aún no saben que no saben, pero que intuyen esencial para culminar su existencia. Caminar, andar, vagabundear son verbos no solamente infinitivos, sino infinitos. Ni con la muerte cesa el tesón del alma andariega, ni con el amor, ni con el deber. En realidad, el andarín anda por andar. El camino nunca termina.

¿Qué tiene el caminar que nos tienta y nos alienta? A eso le dedica David Le Breton uno de sus libros más recientes. Este antropólogo dedicado al estudio del cuerpo en sociedad, atento a la carne, al rostro, al dolor, al riesgo y sus pasiones, abraza ahora una meditación profunda -de una belleza elocuente- sobre esta actividad humana que vamos perdiendo por culpa del automóvil, del tren y del avión.

Si andar es un desvío hacia la contemplación por la vía activa (perdonen mis lector@s la paradoja), este libro sobre el caminar es un desvío de la usualmente rigurosa prosa investigativa del Le Breton antropólogo. El caminar voluntarioso, que revienta bolsitas de agua en los pies y que quiebra la espalda bajo la mochila, es ocasión de un pensamiento transitivo, cuyo tránsito desborda su sensorio y le fija en la conversación entre su cuerpo y un entorno cambiante.

"El caminar es una apertura al mundo. Restituye al hombre el feliz sentimiento de su existencia. Lo sumerge en una forma activa de la meditación que requiere una sensorialidad plena. Caminar es vivir el cuerpo, provisional o indefinidamente. El caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo," comienza diciendo Le Breton. Y así nos invita a recorrer con él este libro espléndido.

Pues lo que hemos perdido es el cuerpo en su autosuficiencia, y el caminar nos lo despierta. El caminar nos devuelve la capacidad de sentir con atención, de permitirle a nuestros sentidos asumir la misma errabundez que usualmente sólo le permitimos a los pies. Mientras se avanza, el escenario cambia y nuestros ojos...

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