La vida sigue en la Placita

Por Osman Pérez Méndez

operez@elnuevodia.com

Los grupos, mayormente de personas en sus 30 años o más allá, en su mayoría con pinta de profesionales, poblaban los negocios, intercambiando mordiscos de frituras con sorbos de la cervecita o el traguito, con un ritmo de salsa clásica sonando de fondo, que no se escuchaba estridente, sino lo suficientemente alto como para permitir las animadas conversaciones entre los clientes.

Todo parecía normal, sin rastros de violencia. Trabajadores de los negocios descargaban bolsas de hielo y otros suministros. En una esquina, el borrachito del barrio dormía tirado en la calle, tan plácidamente que daba la impresión de estar en estado de coma. Unos colorados extranjeros pasaron de largo, sonriendo con la folclórica escena.

El tema del crimen y la inseguridad, sin embargo, estaba en boca de muchos en la fresca tarde de ayer.

"Lamentablemente, ese es nuestro pan de cada día. Uno no está seguro en ninguna parte", exclamó en tono de resignación Dialyd Trías, quien compartía con su amiga Migdalia Pérez y otras amistades.

"Nosotras estábamos comentando eso mismo (el crimen) ... el pueblo ha perdido sensibilidad", continuó Trías.

Sin embargo, las damas dijeron que habían decidido ir allí porque aunque "vivimos en una sociedad muy caldeada, pero sacamos un ratito para compartir y pasarla bien".

"Además nosotras no venimos a hacer nada negativo aquí", añadió Pérez, confesando al igual que Trías que sí le atemorizaba la situación criminal.

Casi todos los entrevistados coincidían...

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