Villa Esperanza quiere levantar su comunidad

En la comunidad Villa Esperanza, en el barrio Galateo de Toa Alta, el tiempo no se detuvo. Tampoco su gente, su espíritu de lucha ni sus deseos de salir adelante.

A dos meses del azote del huracán muchas residencias están nuevamente de pie, gracias al ingenio e ímpetu de sus dueños que las han levantado con retazos de los materiales que cayeron en sus predios.

Otras estructuras que quedaron inhabitables, sin embargo, permanecen en el suelo. Los muebles también siguen allí, a la intemperie, colocados en el espacio, como si estuvieran a la espera de alguien que nunca llegó.

Mientras, están quienes han reconstruido un cuartito a la espera de que personal de la Agencia federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) vaya a sus hogares y evalúen las pérdidas.

A nuestra llegada a la comunidad, donde conviven 132 familias que hace siete años rescataron las tierras para construir sus hogares, nos volvimos a encontrar con Jonathan Colón y Melody Padilla.

El matrimonio, padres de una niña de tres años y a la espera de otra pequeña en cualquier momento, logró levantar lo que era el cuarto de dormir, un espacio que no sobrepasa los ocho pies de largo y los cinco pies de ancho. Allí ubicaron un sofá cama, una estufa y un pequeño refrigerador donde guardan los alimentos por temor a que animales se los dañen.

A ellos el alimento no les ha faltado. Organizaciones e iglesias del área se han desbordado en ayudas para la comunidad. También le dieron la aportación inicial de FEMA de $500. Con ese dinero, relataron, pudieron comprar los materiales para habilitar la antigua habitación, así como unos bloques para iniciar la construcción del baño.

“Yo no quiero saber más de casas en madera... todavía tenemos que comprar unas cositas más”, expresó Colón.

Lo que era la cocina y la sala permanecen en el suelo. “Nos dijeron que lo dejáramos así para cuando viniera FEMA”, indicó Padilla, quien da a luz este mes de noviembre.

A Fabián De Jesús no lo encontramos. La primera vez que nos topamos con el joven, de 30 años, tenía intacta la ilusión de reconstruir la vivienda e irse allí a vivir con su esposa e hija.

La semana próxima -contaron sus vecinos- abandonó el país. Se trasladó a Carolina del Norte junto a su familia. “Habíamos pensado irnos, pero por ahora no. Mi mai nos quiere sacar pasaje, pero no es lo mismo”, sostuvo Colón.

Como De Jesús han sido varios, aunque la comunidad aún no ha realizado un censo.

En esta ocasión, el camino hacia Villa Esperanza resultó ser...

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