De vuelta al 1984

Por Carmen dolores hernández

Fotos por Mariel Mejía ortiz

Orwell acertó en el espíritu, pero se equivocó en el momento. El 1984 de Murakami -o su alterno, 1Q84 - recoge, con la ventaja del conocimiento, el talante de una época de individualidades disociadas de grandes esquemas absolutos. Las personas no se relacionan con centros de poder sino entre sí, guiadas por resentimientos más que por ideologías. Oponerse a esta corriente resulta peligroso. La novela es, en último término, una alegoría sobre la fuerza unitiva del amor capaz de vencer toda división.

Nada nuevo aquí. Desde que Calixto y Melibea (o Romeo y Julieta) enfrentaron obstáculos formidables a su unión, los amantes buscan el amor absoluto. Lo refrescante en esta novela voluminosa y compleja es el manejo diestro y original de los recursos narrativos por parte del autor japonés multi-premiado. La estructura descansa sobre dualidades: dos protagonistas, Aomame y Tengo, cuyas historias coinciden brevemente, se apartan y buscan re-encontrarse; dos mundos, en uno de los cuales los jóvenes podrían unirse nuevamente; una acción paralela cuyas dos líneas argumentales generan no sólo tensión y anticipación sino la resonancia constante de una historia en la otra. La mayor dualidad reside en los mundos alternos de la realidad y la fantasía que organizan la acción.

Las vidas de ambos jóvenes en el Tokyo de 1984, una gran ciudad contemporánea, son tan divergentes en sus detalles como paralelas en su dirección. Aomame trabaja en un gimnasio y es entrenadora personal; Tengo enseña matemáticas y...

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