Las vueltas que da el tesón

ALMA VANESSA SÁNCHEZ

Especial para El Nuevo Día

or años, Carmen Delia Ortiz navegó en un mar de egos, competencia y dinero al cual pudo sobrevivir combatiendo la frialdad de los negocios con la sinceridad del servicio desinteresado. Así fue como logró rescatarse a sí misma y reenfocar sus pasos que la llevaron de ser una exitosa maestra a convertirse en valioso instrumento para la formación de emprendedores.

Huellas de un largo trecho que comenzó a recorrer de niña, absorbida por los estudios, el deporte y la música. Tres intereses que actuaron como una especie de bálsamo para sobrellevar las constantes mudanzas de su familia. "Mi papá estaba en el ejército y cuando yo estaba en kindergarten nos fuimos a vivir para (la base) Buchanan. Luego, volvimos a Bayamón y estudié en la Academia Santa Rita", explica la bayamonesa.

Posteriormente, la familia se trasladó a Arizona y de allí se mudaron a Nueva Jersey, en donde comenzó a jugar tenis de mesa. Su dedicación la convirtió en campeona con sólo 12 años. "Fui campeona de Puerto Rico por siete años, campeona del Caribe y del suroeste de Estados Unidos", indica orgullosa. Y a través de la vida deportiva canalizó su espíritu pionero que aún hoy, a sus 62 años, la define.

No obstante, cuando a sus 13 años la familia volvió a Puerto Rico, se sintió derrotada. Retornó a la misma academia, pero ya no era la misma persona. "Fue bien fuerte, porque no quería regresar. Lo que hice fue usar mi liderazgo para mal. Estaba bien rebelde. Mis compañeros no me reconocían y nadie me soportaba", confiesa.

Esta etapa de crisis existencial, también se manifestó en una rebeldía espiritual que la llevó a cuestionar el propósito de la religión. Tras varios años de búsqueda se cambió de sistema educativo, dejando la academia católica por la escuela pública, decisión que sin embargo, no minó su deseo de cultivar su espiritualidad. Más bien, la condujo a buscar nuevas posibilidades que desembocaron en su integración al coro de una iglesia, el cual más tarde dirigió con sólo 18 años.

Tras graduarse de escuela superior, estaba convencida de estudiar pedagogía. Ingresó a la Universidad de Puerto Rico, bajo la promesa a su padre de que se convertiría en doctora en Educación, proceso que atravesó con aprovechamiento académico y sin dejar a un lado su pasión por el tenis de mesa.

Ya a los 23 años era doctora y contaba con una posición como catedrática en la UPR. Posteriormente, aceptó un puesto en una universidad de Nueva York...

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