Vueltón

Miguel Rodríguez Casellas

El paseo navideño, que es versión extendida de las vueltas dominicales al Viejo San Juan, o a litorales marinos de atardecer y fritanga, es una oportunidad para apreciar la atención y esmero que administraciones municipales ponen en asuntos de urbanismo, o para comprobar que, en efecto, les importa un pepino.

Barroquismos navideños encubren la acelerada descomposición física y social de las ciudades en Puerto Rico. Junto al foco fundido, una guirnalda de fibra óptica disimula la oscuridad diaria. Las ratas de la plaza de recreo corren como en Viernes Negro bajo las pezuñas de renos y animales de establo. Hasta el minúsculo Emanuel es forzado a competir con el jolgorio visual que lo reduce a pretexto celebratorio.

Se habla de asesinatos, de la luz encarecida, del gasoducto impugnado por un país que desconfía de la cientificidad de su gobierno (y la de sus consultores ingenieros), pero poco se habla del estado de las ciudades, sean pueblos encogidos o metrópolis aspiracionales.

Ciudad, cuatro y plenera aparecen en la Navidad como...

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