Zanahoria

Ileán Pérez Cruz

Qué difícil es ser libre cuando el entramado legislativo decide y prescribe cómo y dónde convives. Quién te visita y por qué. Es más fácil que los fundamentalistas religiosos quepan por un portón residencial que luchar por la felicidad.

Tapar el Sol así, con la mano un poquito, barrer la diversidad a la esquina. Pretender que existe tal cosa como una familia tradicional y que todos somos iguales. Favorecer a unos sobre otros porque ahí están los votos. Un ciego guiando a otro ciego, y otros más abandonando el barco.

Lo que es igual no es ventaja y somos diferentes. Pero ¡shhh!, la ley todavía no sabe que la combustión social va por delante. Los servidores públicos que más ruido hacen abren portones a unos y cierran la puerta a otros, por temor al diálogo y al humo de un moto.

El presente necesita agentes y hay gente que sí entiende cómo ser diferente. Moverse con el tiempo, sin imponerse. Levantar la vista, reconocer cuándo el modus operandi "non funcionandi" y abogar por cambiar. Si la criminalización de la droga y la mano dura con...

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