Zencialización

Mari Mari Narváez

No aguanto el positivismo zen que rebosa cada vez con una obstinación menos zen. Entre los neo-jipis-yogis-composteros "wanna be"-consumidores de té chino de las redes sociales, y la filosofía "Quién ha robado mi queso" del empresariado y la política puertorriqueña, juro que empiezo a fantasear con mudarme a la Florida.

"Visualizo y atraigo la magia del universo a mi vida", repiten con sus variaciones estos personajes para quienes cualquier cosa es posible si se visualiza y desea con suficiente intensidad. Gustan de regodearse en los conceptos de cuerpo, balance, armonía, aura, luz y -uno de los más problemáticos- la bendita paz.

Todo estaría muy bien si no fuera tan sospechosa la pretensión de ausencia de malestar, si no pareciera completamente esquizo el concepto de una paz exclusivamente interior. A lo mejor no leen los periódicos. Me cuesta creer que estén muy al tanto de la putrefacción en que vivimos.

El malestar es incómodo, provoca ansiedad, náusea, pensamientos homicidas. Pero sin él no hay empatía posible, acaso tampoco redención. La paz no es un estado personal y no puede existir sin un ejercicio de justicia.

Pero los peores son los segundos que mencioné: políticos y empresarios charros pero colmillús. Si vuelvo a...

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