Chocolate entre volcanes

Quito

Por Luis O. Deulofeu

La Guanguiltagua (avenida del 6 de Diciembre), en la parte alta, es el pequeño y populoso restaurante donde mejor empezar el día. Bandeja Chugchucara: mote (maíz blanco cocinado), con chicharrón (grasa y piel de cerdo fritos), empanadas de verde (masa de plátano macho rellena de queso), verduras de la región y huevo. Y una de las cosas más ricas y preferidas aquí: la fritada (magro de cerdo frito). Salpicando cada trozo con el insustituible ají, que preside cada mesa. Sabios comensales autóctonos lo acompañan con cerveza. O zumo de fruta natural, café muy claro, té. Fuerzas garantizadas para más de la mitad del día. Quito presume de taxis baratos, pero no pida que lo lleven corriendo, el taxista lo hará solo. Y tras someterlo al más que amable, pero interrogatorio al fin y al cabo, que lo suba al teleférico.

Poniéndose en la piel y en las plumas de un cóndor del artista ecuatoriano por excelencia, Oswaldo Guayasamín, tendremos una vista monumental de Quito. Con cielo despejado, se admiran todos sus volcanes. A esta vista de pájaro, debe añadírsele otra más cercana, un monte: el Panecillo. Se erige en medio de la ciudad como un mirador natural de su belleza andina y la disposición urbana de sus calles. El artista español Agustín de la Herrán creó en la cúspide del cerro una de las mayores representaciones de aluminio del mundo, un monumento a la Virgen María. Es una réplica de la escultura de 30 centímetros del siglo XVII, del escultor quiteño Legarda, que se guarda en el convento barroco de la iglesia de San Francisco. Para bajar mejor el Panecillo, unos excelentes zumos naturales en el Pim's Panecillo. La vista y el aire andino de su terraza son gratuitos.

Al galope de otro taxi, que no deja de subir, subir y subir, llegamos a la Capilla del Hombre (www.capilladelhombre.com; esquina Lorenzo Chávez y Mariano Calvache), creada por y para Guayasamín. Lienzos y ventanas se alían para corroborarnos el porqué de tanto afán de eternidad para su adorado Quito. Colección-denuncia de todo cuanto el artista consideró necesario denunciar con el grito de sus pinceles. Privilegio que nos lleva a su magnífica casa (www.guayasamin.org; calle de José Bosmediano), custodiada por El árbol de la vida, bajo cuyas raíces aguardan, vigilantes y esperanzadoras, sus cenizas. "Mantengan encendida una luz, que siempre voy a volver", dejó dicho Guayasamín.

La emoción debe ser recompensada con un almuerzo costeño en el centro neurálgico de...

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