Convirtió la angustia en solidaridad

En un campo de Jima Abajo, en La Vega de la República Dominicana, Mercedes pujó y pujó hasta que una bebé abandonó la calidez y protección de su vientre.La niña dio su primera bocanada de aire y abrió los ojos, sin saber que acababa de iniciarse a una vida que la iba a llevar por experiencias duras, algunas traumáticas, que aún tienen secuelas.Ya han pasado 59 años desde que Romelinda Grullón llegó a este mundo. A lo largo de su recorrido, acumuló dolores y tristezas. Para evitar caer por un abismo, amarró en torno a su debilitado espíritu capas de fortaleza con una resistencia parecida a la del grafeno.No se detuvo a contar lamentos. Siguió con la frente en alto.Con cada huella que dejaba a su paso, logró el milagro de una poderosa metamorfosis, que convirtió la desolación en ayuda y la soledad en compañía para miles de víctimas de violencia doméstica. Su misión estaba clara: salvarlas."Cuando yo nací, mi mamá no estaba apta para cuidarme por una depresión postparto bien fuerte. Me cuidaron vecinos, la comunidad y una tía. Todos los días me llevaban a la casa de Edelmira, una vecina con una bebé, a que me amamantara", dijo Grullón.Fundadora y directora del Centro de la Mujer Dominicana en Puerto Rico, una organización que lleva 15 años sirviendo a la comunidad de inmigrantes, Grullón se considera una puertorriqueña que, por cosas del destino, nació en la República Dominicana.Su vida no ha sido fácil. Creció con la ausencia del padre y a la tierna edad de siete años, comenzó a asumir el rol de madre de su madre y de todos sus hermanos.Tuvo que dejar en una esquina la niñez. Maduró por obligación."Desde que empecé a tener uso de razón, me convertí en la mamá de mi mamá", rememoró.¿Por qué?—Indefensa. No podía tomar decisiones. Los roles se invirtieron, al extremo de que consideraba a mis hermanas como hijas mías.¿Asumir ese rol no era una responsabilidad muy grande?—Fue bien grande. Maduré demasiado rápido. Desde los siete años, tomé esa responsabilidad, porque mi mamá mentalmente se enfermó. Cuando me dio a luz, ni siquiera se dio cuenta que nací.¿Qué recuerdos tienes de su mamá cuando asumió ese rol?—No estaba apta, decía muchas incoherencias, actuaba de forma errática, agresiva a veces. Fue bien difícil y doloroso. A veces cargaba con burlas, como: "Mira la hija de la loquita". Eso fue impactante.¿Cómo creció con la figura de un padre ausente?—Fue bien difícil porque me crie con mi padrastro.¿Qué hacía siendo una niña?—Hay cosas que nunca...

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