Entremeses

Por Paco Villón

Especial El Nuevo Día

Actualmente es como una enorme fiesta patronal, en enormes hangares montados por las distintas cervecerías de Munich donde rubias y enormes camareras alemanas corren de una mesa a otra cargando cada una diez jarras de a litro llenas de espumantes cervezas. En los 15 ó 18 días, de fines de septiembre a principios de octubre, en que se celebra el Oktoberfest se consumen miles de galones de cerveza y miles de cajas de vinos blancos.

En Puerto Rico, Augusto Schreiner, natural de Salzburgo celebraba siempre el Oktoberfest en su restaurante Augusto's. Ariel Rodríguez, quien era su Chef de Cuisine, le compró el restaurante y ha seguido la tradición. Hace poco celebró de nuevo el almuerzo con un bufet de golosinas alemanas que era imposible de probar completo. Madame Villón y yo fuimos el pasado viernes con una pareja de amigos y descorchamos un par de botellas de Trimbach Gewürtztraminer, que no es alemán, sino alsaciano. Comenzamos con unas adictivas setas rebozadas, seguidas de un tazón de 'goulash' y luego dimos un paseo por el bufet. El almuerzo estuvo estupendo, pero confieso que cuando llegamos a casa fuimos directo a una siesta y a soñar que estábamos en la bella ciudad de Munich.

Jochi Melero y yo tenemos un amigo que coleccionar libros de batallas célebres y soldaditos en miniatura de alto valor artístico. Hace un tiempito, conversábamos sobre la histórica Batalla de Marengo, un pueblo en el Piamonte italiano, en que Napoleón Bonaparte, con la ayuda del General Desaix -quien murió en la batalla- y del Mariscal Kelermann, derrotó a las tropas austriacas y las obligó a retirarse del norte de Italia.

Pero hay una historia o leyenda que afirma que Napoleón, con sus principales lugartenientes y su chef, se adelantó a la retaguardia donde venían todas sus provisiones y, al final de la batalla, el Emperador llamó a su cocinero y le dijo que tenía hambre. El pobre hombre, M. Dunand, no mencionó que no tenía provisiones -salvo un poco de aceite de oliva y sal- así que reclutó a unos soldados y salió corriendo a buscar qué encontraban en el campo; al rato, tenían unos huevos, un pollo, unas cebollas y ajos, unas setas y unos camarones de río y con eso el chef improvisó un plato que se hizo famoso como Pollo a la Marengo: guisó el pollo, salteó los langostinos, las setas y frió los huevos.

Le prometí al amigo cocinarle un día ese plato y lo hice con Jochi hace una semana, cuando cocinamos en cooperativa para 18...

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