Presentador por Excelencia

Por Rafael Vega Curry

rvega@elnuevodia.com

Y para una familia de clase media en 1970, con dos hijos que aún no llegaban a los diez años, un padre que terminaba el viernes exhausto de tanto trabajar y una madre que terminaba del mismo modo, una parte importante del entretenimiento del fin de semana la constituían los programas que Luis Vigoreaux presentaba por televisión.

En ese Puerto Rico pretecnológico en el que no existían los celulares, los Game Boys ni Netflix, y en el que ciertamente la familia no disponía de ingresos suficientes como para ir toda junta a cenar a un restaurante, o a ver una película en el cine, los programas de Vigoreaux tenían una especie de encanto que lograba reunir a todos frente a la pantalla del televisor.

En efecto, cuarenta años atrás, Vigoreaux parecía tener el toque de Midas en lo que se refiere a crear espacios exitosos en la televisión local. Sube, nene, sube, que se transmitía los viernes, fue seguido bastante pronto por Pa'rriba, papi, pa'rriba los sábados y Dale que dale en domingo.

Todos, básicamente, compartían formatos -lo que antes llamaban "de variedades"- e incluían, en diversos grados, música, entrevistas y juegos o competencias en los que los participantes debían demostrar sus destrezas para poder llevarse a casa el premio.

La más famosa de todas esas pruebas era, sin duda, "el palo enseba'o", una especie de poste al que se le había aplicado grasa y que los concursantes, valiéndose de las mañas que tuviesen, tenían que trepar hasta lo alto, impulsados por las exhortaciones de sus novias, quienes les gritaban a voz en cuello "¡sube, nene, sube!", ante las risas y expectativa del público televidente. A quienes lo lograban -que ciertamente eran los menos- se les pagaban todos sus gastos de boda.

Vigoreaux conducía estos programas con gran naturalidad. Uno podía pensar que había nacido ante las cámaras, por la familiaridad y sencillez con que realizaba sus entrevistas, presentaba a los músicos, consolaba -a veces entre risas- a los que no habían llegado a lo alto del palo o, en el caso de Pa'rriba, papi, pa'rriba, a la parte superior de una pendiente, también debidamente engrasada para dificultar su ascenso.

A Vigoreaux lo acompañaba siempre su segunda esposa, Lydia Echevarría, con quien componía en aquel tiempo, según el sentir de muchos, "la pareja ideal de la televisión puertorriqueña".

El éxito, sin embargo, no le llegó a Vigoreaux de la noche a la mañana. Más bien, lo fue trabajando poco a...

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