Tributo a una coreógrafa

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

De principio a fin, el largometraje captura la magia, el poder, el arte y más que nada el potencial infinito del séptimo arte. Todos estos triunfos llegan a la pantalla en lo que Wenders ha diseñado como un tributo al trabajo de la coreógrafa alemana Pina Bausch, reclutando a sus bailarines, amistades y colaboradores a rendir un homenaje póstumo interpretando sus piezas más famosas.

Gran parte del acierto del director es que no hay que tener una biografía detallada de su sujeto principal para poder apreciar el impacto infinito de su arte expresionista. Si Buena Vista Social Club fue una oda a la música, este filme es un retrato multidimensional de cómo todas las emociones pueden ser capturadas y exacerbadas a través del movimiento corporal.

Cabe la posibilidad de que si Pina no hubiera fallecido, Wenders hubiera adoptado una presentación más tradicional. Sin embargo, al no tener a la artista titular para expresar su proceso creativo, el director opta por tratar de cristalizar su filosofía artística con los visuales que plasma en pantalla.

Desde que este filme hizo su debut el año pasado, se ha hablado de forma extensa de cómo el uso de 3D junto con la coreografía de Pina genera un espectáculo visual incomparable. Esto es cierto, pero el poder de esta cinta reside en los detalles sutiles que el director emplea para capturar el espíritu de la figura...

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