Vacaciones entre vaqueros

Por Mariana Lafont

Sin embargo, a pocas horas de Denver, el Lejano Oeste inmortalizado por el cine aún vive y se siente en los dude ranches. Muchos de estos lugares antes trabajaban con ganado pero se reacondicionaron para recibir huéspedes y hoy son un sitio ideal para ir en familia.

Las actividades se dividen por edad y mientras los padres descansan, los niños se divierten, sabiendo que están en buenas manos. La mayoría de los huéspedes ya ha ido más de una vez ya que son unas vacaciones diferentes, en especial para los que aman los caballos.

La propuesta es relajarse lejos del ruido y la televisión, en medio de un entorno natural privilegiado y montando a caballo todos los días. La estadía normal dura una semana y, además de cabalgatas, hay actividades como "trekking", pesca o "rafting". Al llegar hay una orientación para saber cuál es el corcel ideal para cada uno, el que lo acompañará toda la semana.

Cada mañana el caballo está listo para ser usado dos veces al día, aunque no es obligación cabalgar siempre y, en cambio, se puede disfrutar de la piscina, el spa o simplemente caminar por los alrededores. La comida ocupa un lugar primordial y cuando está lista suena una campana llamando a todos los comensales. No existe la comida chatarra, abundan sabrosos platos caseros y, un detalle importante, todos los huéspedes comen juntos y se van conociendo a lo largo de la semana.

Un día en un rancho comienza temprano entre el canto de los pájaros y el relincho de los caballos. Luego del desayuno hay que inscribirse para la primera cabalgata que usualmente dura dos horas. Pero el día empieza aún más temprano para los "wranglers", responsables de preparar los caballos y guiar las cabalgatas. Vale la pena hacer el esfuerzo y madrugar a las 5:30 de la mañana para ver cómo traen los caballos de las pasturas al establo. Mientras la helada aún domina el aire matutino y el sol recién se asoma se siente el fuerte galope de un centenar de caballos.

Los "wranglers" van y vienen acomodándolos hasta que, uno a uno, les dan de comer, los peinan y los alistan para el paseo. Cuando todo está listo los niños salen a montar y luego llega el turno de los adultos. A la tarde, el espectáculo se repite cuando los caballos vuelven felices a un gran campo donde pastan y descansan sin monturas. Uno puede ir hasta el cerco y quedarse horas viéndolos correr en libertad mientras algún "wrangler" pasa a saludarlos y les regala alguna manzana a escondidas.

Si bien los...

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